No todos los triunfos son iguales. Algunos son redondos, espléndidos, cómodos; otros, en cambio, cuestan una barbaridad, a veces hasta el punto de quedar casi empatados entre lo que dan y lo que quitan. Para esos casos se inventó el concepto de victoria pírrica: aquella que provoca numerosas bajas en el bando vencedor. Algo así resultó la clasificación de Boca a octavos de la Copa Libertadores: si bien asegurar su plaza en la siguiente fase es el objetivo primario que se había planteado, no le salió gratis. El 1-0 sobre Colo Colo en La Bombonera dejó un saldo de tres nuevas lesiones en un plantel que ya venía golpeado en ese sentido, y que en las horas previas al encuentro se había dado con que Marcos Rojo sufrió una nueva lesión que dilatará su vuelta tras nueve meses de ausencia.
El que sí estaba para volver y volvió fue Luca Langoni, elegido para reemplazar la baja definitiva de Sebastián Villa, quien no volverá a vestir la azul y oro tras ser declarado culpable por violencia de género. Sin embargo, Langoni duró apenas 13 minutos en cancha antes de resentirse de la lesión, y debió ser retirado en camilla.
Así de torcido empezó todo para Boca en el partido que podía definir su clasificación. La victoria previa de Monagas sobre Deportivo Pereira le convenía -al igual que a los chilenos-, pero para asegurar el boleto cuanto antes era preciso ganar.
Con la baja de Langoni, Óscar Romero ingresó para reforzar el medio y Luis Advíncula pasó directamente como extremo. Si algo ha quedado claro en la era Almirón es que al peruano, sin objetar su entrega para defender, se le da mejor de mitad de cancha hacia arriba.
Lo que sí, a Boca los rivales ya le han tomado el tiempo en esto de atorarle la salida. Lo presionan bien arriba, a sabiendas de esta orden de no rifar la pelota y salir jugando por abajo; el tema es que en la defensa no abunda el buen pie necesario para no caminar por la cornisa entregando pases que no admiten margen de error.
De todas maneras, el “xeneize” mereció irse al descanso en ventaja, aunque fuera mínima. No por exceso de lustre, sino por contabilizar algunas chances claras que no pudo o no supo definir. Entre ellas, un disparo de Alan Varela pegado al palo y dos intentos de Romero que salvaron entre el arquero Brayan Cortés y Alan Saldivia.
La monotonía del juego de Boca se rompió de repente con esa buena sucesión de toques que terminó en el golazo de Marcelo Wiegandt: con todo el tiempo del mundo, “Chelo” se perfiló para convertir un pase de Romero en una volea con chanfle inatajable. Esa inyección de confianza propició los mejores minutos de Boca, hasta que volvió la desgracia: segundos después de haber reemplazado a Benedetto, Miguel Merentiel sintió un tirón y fue reemplazado por un Luis Vázquez que sigue extrañando lo que alguna vez fue. Y por si eso fuera poco, Advíncula (el mejor de la cancha) pisó mal y se agarró la rodilla. Para entonces Almirón había agotado las ventanas, así que el peruano siguió jugando los últimos 15 minutos en una pierna para no dejar a su equipo con 10, e incluso en esas condiciones siguió siendo clave para sostener la ventaja.
El objetivo está cumplido, pero ahora Almirón deberá ver cómo arma el equipo con la enfermería repleta.